LA VULNERABILIDAD EN LAS ESTRUCTURAS Y PROCESOS DEMOGRÁFICOS DEL CHACO

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En la etapa de plena transición se registra un predominio urbano, una natalidad en descenso y una mortalidad que ha disminuido considerablemente debido a su joven estructura etaria y las campañas de salud realizadas. El crecimiento medio natural de estos sectores es cercano al 2% anual.

Finalmente, se presenta la etapa de transición avanzada con un grado de urbanización alto, tasas de crecimiento natural medias anuales del orden del 1%, natalidad baja y mortalidad moderada o baja. Algunas áreas se caracterizan por una importante proporción de población anciana, como producto del descenso en los niveles de fecundidad.

En el caso de América Latina, en primer lugar comenzó a descender la mortalidad, con mayor intensidad desde 1930, para disminuir aun más a posteriori de la Segunda Guerra mundial. Alcanzó un promedio de 52 años de eo y una tasa de mortalidad infantil de 127 por mil a mediados del siglo XX. En las décadas siguientes se logró superar los 60 años de eo (1970) y los 70 años (2000) con una tasa de mortalidad infantil de 36 por mil.[4]

La caída de los niveles de fecundidad fue posterior. A mediados del siglo fue de 6 hijos por mujer con tendencia ascendente por efectos del descenso de la mortalidad que exponía a la mujer a quedar embarazada a edades más avanzadas, además de la mejora en las condiciones de salud.

Recién a partir de 1960 se produce un cambio, llegando actualmente a 2,7 hijos por mujer. Ese cambio es la respuesta a la revolución anticonceptiva que dio comienzo en países europeos con bajas por debajo de los niveles de reemplazo y que luego se extiende al resto del mundo.

En conclusión, la rápida transición demográfica que se experimentó en los países en vías de desarrollo, modifica el perfil que adquieren los riesgos. Desde mediados del siglo XX se produjo el descenso de la fecundidad y de la mortalidad, marcando una disminución del número de niños en los hogares, es decir aumentó el control sobre la salud y la reproducción de las personas, quedando atrás las amenazas de un elevado crecimiento y de una población juvenil altamente vulnerable. Este análisis puede ser completado por tres cuestiones derivadas del mismo: a) con el avance de la transición no se atenúan todos los riesgos (maternidad adolescente) a la vez que emergen otros (envejecimiento), b) existen otros riesgos sociodemográficos   que dependen de la transición urbana y de la segunda transición, c) el avance de la misma no asegura la disminución de la vulnerabilidad social, pues existen numerosos riesgos que escapan de la esfera demográfica como tampoco se garantiza el logro de aspiraciones sociales y económicas de las personas.

 

La mortalidad es un riesgo sociodemográfico que se debilita con el avance de la transición demográfica. Ello significa que se pueden evitar muertes por causas previsibles y además, postergar la vida de las personas hasta el límite máximo que permite la capacidad humana y médica. En ese sentido la transición demográfica está estrechamente vinculada con la transición epidemiológica, aunque su avance no es sinónimo de desaparición de riesgos de morbimortalidad evitable, como es fácilmente observable en numerosas áreas y regiones con profundas desigualdades socioeconómicas.  La vulnerabilidad no solo se manifiesta en la rápida diversificación de los grupos expuestos, sino en la diversidad socioeconómica que determina la posibilidad de prevenir las enfermedades y en la capacidad de respuesta y adaptación a las mismas.

En ese sentido, la mortalidad y los diversos grados de impedimentos que ocasionan los accidentes y los modos de violencia, no cambian con el avance de la transición demográfica, pues no existe una dependencia con ella. Muchos acontecimientos pueden prevenirse mediante las modificaciones a largo plazo de la conducta y de los factores culturales de los hogares y las personas. Gráfico Nº 3ª y 4.  

2.b. La transición urbana y de la movilidad

La transición urbana y de la movilidad se explica por el aumento sostenido de la proporción de población urbana y el estancamiento demográfico de las áreas rurales, que es acompañado por un cambio de las conductas de movilidad (traslado entre las ciudades y dentro de ellas). Por otra parte, la fecundidad, la mortalidad,  las migraciones y las complejas interacciones entre población, medio ambiente y organización económica definen los patrones de distribución de la población y la ocupación del territorio. La migración forma parte de la historia de esa ocupación y del comportamiento de las personas cuando no encuentran oportunidades para satisfacer sus necesidades.

La rápida urbanización y las elevadas proporciones de población viviendo en las ciudades son características inherentes al siglo XX. Por su importancia demográfica, sus causas y sus consecuencias, dicho fenómeno puede ser considerado como un proceso de redistribución espacial. El paso de una situación con predominio rural hacia 1950 a otra con mayoría urbana es una de las más destacadas expresiones de los profundos cambios provocados por la redistribución espacial.  A mediados del Siglo XX, en América Latina, la población urbana alcanzaba al 40%, mientras que en la segunda mitad del siglo esta situación  consolida a la región como la más urbanizada del mundo con valores que superan el 75% a pesar de la desaceleración del ritmo de crecimiento de dicha población. [5]  A esta característica no escapa la Argentina donde los niveles de urbanización pasan de  62.2% en 1947 a  89.3% en 2001. En el Nordeste los valores ascienden a 29% en 1947 y 77% en 2001, mientras que en Chaco las cifras son de  30% y  83%  respectivamente, acompañando al ritmo del crecimiento en el orden nacional y regional.

Los riesgos que se relacionan con las distintas etapas de la transición urbana y de la movilidad se sintetizan en las ideas de “presión urbana” y “abandono rural”. La migración rural-urbana encierra una serie de situaciones desfavorables tanto para las áreas urbanas como para los propios migrantes que deben soportar situaciones de incertidumbre y de fragilidad en su inserción al medio. Por otra parte el despoblamiento del campo es otro riesgo que se debe enfrentar en las etapas iniciales de la transición urbana, aunque la población rural continúa incrementándose como resultado del crecimiento natural más elevado. En etapas más avanzadas de esa transición se observa que los riesgos y problemas de la sociedad se “urbanizan” a través de la aparición de otros fenómenos como la criminalidad, la contaminación, la violencia, riesgos contingentes que pueden desaparecer. Al mismo tiempo, y en etapas posteriores se pueden promover aspectos positivos como el aumento de la población activa a causa de la selectividad migratoria, aunque la urbanización modifica el perfil de los riesgos sociales, generándose riesgos sociodemográficos como la segregación residencial y el crecimiento desordenado.[6]

En síntesis, independientemente de la etapa de transición urbana que se trate, la localización de la población conduce a la existencia de dos riesgos fundamentales: la dispersión de la población rural con la proliferación de ciudades de pequeño tamaño y la instalación de las personas en áreas precarias o expuestas a problemas ambientales.

Varios de los riesgos urbanos se vinculan con la organización de los sistemas primados de ciudades o ciudades grandes con predominio de riesgos sociodemográficos relacionados con la localización y la movilidad dentro de las ciudades.

            Los procesos de urbanización recientes fueron acompañados de cambios en la estructura interna de los núcleos urbanos y del sistema de ciudades. La mayoría de ellas se estructuran internamente como espacios en permanente cambio donde se oponen áreas centrales colapsadas y periferias recientes segregadas y marginales. Pero al mismo tiempo las grandes áreas urbanas  se constituyen en centros de decisión política y económica, de concentración de población, de movilidad, mientras que las de menor tamaño se desenvuelven como núcleos de enlace y difusión de los flujos económicos, hacia el resto del territorio. [7]

En muchos países, el elevado incremento demográfico fue acompañado, por un proceso de redistribución, por una urbanización acelerada y una concentración urbana muy alta. En algunas ocasiones el responsable directo fue el importante crecimiento natural, aunque se asegura que la urbanización tiene en las migraciones rurales, su componente y responsable principal. En ese sentido, el rasgo más sobresaliente de los países subdesarrollados es el peso de la ciudad de grandes magnitudes, es decir, la supremacía de las capitales en términos cuantitativos. [8]     


[4] Chackiel, Juan y Schkolnik, Susana. (2003) América Latina: los sectores rezagados en la transición de la fecundidad. Serie Población y Desarrollo, Nº42, Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), Santiago de Chile. P.11
[5] Rodríguez Vignoli, Jorge. (2002)  Distribución territorial de la población de América Latina: tendencias, interpretaciones y desafíos para las políticas públicas. Serie Población y Desarrollo Nº32, Santiago de Chile, CELADE.  P.25
[6] Busso, G. (2002) op cit. P.38
[7]  Zárate Martín, Antonio. Ciudad. Transporte y Territorio.Cuadernos de la UNED. Madrid, UNED, 1997. p.13.
[8]  Ferrer Regales, Manuel. Los sistemas urbanos. Nº4, Madrid, Síntesis, 1992, p.29

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Instituto de Geografía (IGUNNE). Facultad de Humanidades. UNNE. Resistencia, Chaco. Argentina