LAS TRANSFORMACIONES SOCIODEMOGRÁFICAS Y LA VULNERABILIDAD EN LOS PROCESOS DE LARGA DURACIÓN

THE TRANSFORMATIONS SOCIODEMOGRÁFICAS AND THE VULNERABILITY IN THE PROCESSES OF LONG DURATION

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c.   La segunda transición demográfica

Los cambios que se produjeron en el comportamiento de la fecundidad en los países desarrollados nos introduce al tratamiento de la llamada segunda transición demográfica que implica modificaciones en los patrones de reproducción de las familias y de la nupcialidad (aumento de la edad al casarse, uniones de hecho, procreación extramatrimonial, disoluciones matrimoniales), que condujo a índices de fecundidad por debajo de los niveles de reemplazo (2,1 Hijos por mujer) y al crecimiento negativo de algunos países. (Chackiel, 2004)

La segunda transición demográfica difiere de los otros dos procesos, pues se trata de un fenómeno propio de los países desarrollados, aunque hay indicios parciales de su extensión al resto del mundo, con la generación de riesgos sociodemográficos asociados a su retraso o a su avance. Esta expresión fue difundida por demógrafos europeos (Ron Lesthaeghe y Dirk van de Kaa –1986) para describir el conjunto de cambios en las conductas matrimoniales y reproductivas de Europa en la década de 1960.

La alta fecundidad está asociada generalmente a los sectores con menores ingresos, los más pobres, de bajo nivel de instrucción y radicados en  áreas rurales  y urbanas marginales, entre los que se encuentran los aborígenes; mientras los grupos que han logrado bajar los índices de fecundidad son los más altos y los de mayor instrucción, por tener mayor acceso a la información necesaria para planificar los nacimientos y a los medios para controlar la natalidad. El menor número de hijos deseados por las mujeres de condición social más baja está relacionado con los cambios culturales en cuanto al ideal de hijos, a las condiciones económicas adversas para la crianza y a la incorporación de la idea de familia más pequeña, recibida a través de la influencia de diferentes medios de difusión. Al mismo tiempo la baja de la fecundidad está relacionada con el aumento del uso de métodos anticonceptivos.

El fenómeno del cambio de los comportamientos matrimoniales y reproductivos, en los países desarrollados se traduce en índices de fecundidad muy inferiores al nivel de reemplazo (postransición demográfica clásica), el incremento de la soltería, los nacimientos fuera del matrimonio, la postergación de las uniones y de la maternidad y la paternidad hasta el momento de haber alcanzado un mínimo nivel de formación educativa y de obtener una posición socioeconómica favorable para encarar las distintas etapas y acontecimientos de la vida. Es por ello que la población joven de esos países contraen matrimonio y tiene su primer hijo a edades significativamente mayores que sus pares de los países subdesarrollados.

Esta manifestación contempla también un aumento de las uniones ilegítimas, de los divorcios, separaciones, que implican dificultades en la crianza de los hijos, el abandono de la mujer propio de esos acontecimientos traumáticos, caracterizados generalmente por cambios socioeconómicos y de género, que afectan a hogares con menor capacidad de respuesta o mayor vulnerabilidad frente a esas adversidades. Cualquiera sea el ámbito que se trate, la inestabilidad familiar genera problemas para los involucrados que requieren aumentar su capacidad de respuesta frente a la posibilidad de ocurrencia. Tales cambios obedecen a una transformación cultural profunda, en la que la individualidad toma una posición central fundamentada en los valores postmodernos, en la conciencia materialista y en el logro de una mejor calidad de vida.

Las conductas reproductivas de los jóvenes surgen como elementos de vulnerabilidad, pues socialmente su comportamiento induce a un retraso de la nupcialidad, de la reproducción y de la movilidad social, pero culturalmente no se cuentan con los elementos necesarios para consolidarlos (educación, oportunidades de movilidad social y respeto a las normas) (Rodríguez Vignoli, 2001)

La educación es la principal herramienta de las sociedades modernas para promover y realzar el capital humano logrando la integración de los jóvenes y adolescentes. La opción de movilidad social depende de la educación recibida y si esta es deficiente opera como un elemento de vulnerabilidad que debilita a los grupos humanos frente a las exigentes condiciones del mundo actual. Pero no solamente se trata de desigualdades en la calidad, sino también en la cobertura de la formación educativa y en la complementación de los diferentes niveles. Es destacable el problema de la deserción escolar desde los niveles inferiores (educación básica) hasta los superiores, siendo más acentuado entre los más pobres como resultado de su incorporación temprana a los roles adultos, en particular los vinculados al sostenimiento familiar.

Actualmente, los jóvenes de estratos sociales bajos, tanto urbanos como rurales, están sometidos a procesos de vulnerabilidad debido a varios factores, entre otros:

a.    la falta de oferta laboral para personas con escasa instrucción que les garantice la cobertura de los servicios sociales y la estabilidad.

b.     La carencia de ofertas educativas de capacitación para adquirir nuevas destrezas o aptitudes.

c.    La falta de recursos familiares para contener a los jóvenes y proporcionarles alimentación, educación y formación.

d.    La estimulación social de la sexualidad temprana que no se condice con la educación y la capacitación para obtener comportamientos reproductivos y de prevención de enfermedades.

e.    Aislamiento de los jóvenes urbanos pobres debido a la segregación residencial y a la restricción de los servicios básicos.

En numerosas investigaciones llevadas a cabo sobre la vulnerabilidad sociodemográfica se utilizan enfoques centrados en la identificación de las desventajas sociales que ejercen esos efectos adversos sobre los hogares y las personas. La relación de las variables de población con los daños ambientales, la salud reproductiva, la localización de áreas marginales, los activos, los ingresos, permiten examinar riesgos como la alta y temprana fecundidad, los elevados valores de dependencia demográfica, el aislamiento y la dispersión de la población. Así los riesgos de la segunda transición permite tratar los siguientes ejes temáticos: 1. El ciclo de la vida de las personas que identifica a tramos de edades con mayor o menor vulnerabilidad (infancia, adolescencia,  etapa reproductiva y laboral, adultez, vejez); 2. Los derechos de cada una de estas fases y 3. El estadio de transición demográfica que se relaciona con la segunda transición. Esto permite proponer cuatro indicadores de vulnerabilidad: a) las condiciones socioeconómicas relacionados con la salud de los niños, la educación de las madres, la calidad de las viviendas y los servicios básicos; b) la deserción escolar; c) el trabajo desprotegido y d) la falta de seguridad social. (CEPAL, 2002)

d.      La transición epidemiológica

Los adelantos en la medicina, la mayor cobertura de los servicios de salud y la mejora en las condiciones de vida de la población, produjeron bajas considerables en los niveles de mortalidad. En A. Latina esos cambios  se inician en la primera mitad del siglo XX. Según datos proporcionados por Naciones Unidas en los últimos 50 años, se habría ganado 20 años en promedio la esperanza de vida, aunque existen diferencias importantes entre los países. En todos ellos la mortalidad femenina es inferior a la masculina asociada a la incidencia diferencial por sexo de las enfermedades o circunstancias que causan las muertes (enfermedades cardiovasculares, violencia). Así la diferencia de esperanza de vida es de 6,5 años a favor de la mujer, aunque se espera que, la mayor participación de la misma en actividades fuera del hogar (que las expone a riesgos similares al de los hombres), como así el combate de enfermedades crónicas masculinas, reduzcan las diferencias. La ganancia de años en la esperanza de vida está relacionada principalmente con el descenso de la mortalidad infantil y de la niñez a raíz de la menor incidencia de enfermedades infecciosas, parasitarias y del aparato respiratorio. La elevada mortalidad infantil se registra en las poblaciones cuyas madres tienen escasa  o no tienen instrucción. (Chackiel, 2004).

En el campo de la salud y en estrecha relación con la transición demográfica se expone y desarrolla la denominada teoría de la transición epidemiológica. Esta expresa el cambio de las características de la morbilidad,  las causas de muertes y la distribución por edad de las defunciones. El proceso consiste en la disminución proporcional de las muertes ocasionadas por enfermedades perinatales y las transmisibles (infecciosas, parasitarias y respiratorias) dando paso a las crónicas y degenerativas (tumores, circulatorias) y las provocadas por causas externas (violencia, accidentes, traumatismos). 

Si bien se viven modificaciones profundas en el cambio de las causas de muerte, existen rebrotes de enfermedades que aparentemente estaban superadas, como es el caso de la década de los 90 con el surgimiento de epidemias de enfermedades transmisibles como el cólera, la malaria, el mal de chagas, el hantavirus, la tuberculosis y el dengue, tanto en áreas rurales como urbanas, ocasionadas por la permanencia de la pobreza, la falta de servicios básicos y el alto grado de hacinamiento.

Para estudiar el cambio de los patrones de salud y enfermedad Abdel Omram (1971) formuló la teoría de la transición epidemiológica y, aunque su tratamiento data desde sus estudios, la terminología comienza a usarse en los diccionarios médicos hacia 1995. La premisa en esta teoría es que la mortalidad se constituye en un factor fundamental de la dinámica de la población y postula la transición de un patrón de causas de muerte por enfermedades infecciosas, con  muy alta mortalidad, especialmente en edades jóvenes, a otro patrón dominado por las enfermedades degenerativas y las provocadas por la acción del hombre. Además se asegura que los cambios en salud y los patrones de enfermedad están estrechamente vinculados con la transición demográfica y el nivel socioeconómico de las sociedades. (Vera Bolaños,  2000)

En la dicha teoría, Omram plantea que el desarrollo histórico de la mortalidad se caracteriza por transcurrir en tres etapas diferentes: la edad de la peste y el hambre, la edad de las pandemias retraídas y la edad de las enfermedades degenerativas y las causadas por el hombre.

a.    En la edad de la peste y el hambre la mortalidad fue alta y fluctuante, lo que provocó un crecimiento escaso de la población. Además la esperanza de vida era baja (entre 20 y 40 años).

b.    En la edad de las pandemias retraídas las crisis de la mortalidad se vuelven menos frecuentes y la esperanza de vida se incrementó (entre 30 y 50 años). Por otra parte el crecimiento demográfico fue sostenido.

c.    En la edad de las enfermedades degenerativas y las producidas por el hombre, la mortalidad es baja y estable; la esperanza de vida aumenta hasta alcanzar a más de 50 años. La fecundidad se convierte en el hecho decisivo para controlar el crecimiento de la población.

Las condiciones de salud inciden directamente sobre la productividad (ausentismo laboral, envejecimiento prematuro, disminución de la vida activa) al mismo tiempo que influyen en las condiciones económicas (deterioro social e incremento de la pobreza). Un problema grave es el trabajo de los menores de 14 años, sector expuesto a factores de riesgo que derivan en cuadros patológicos que afectan las potencialidades futuras de la población activa. (Rivadeneira, 2000)

La mejora de las condiciones de salud de las mujeres y de los niños contribuirá a disminuir la mortalidad materna e infantil y a reducir indirectamente los niveles de fecundidad (especialmente embarazo adolescente). De esa forma, la salud y la educación son factores gravitantes para lograr el mejoramiento de los recursos humanos, tendiente a elevar los niveles de productividad. Así por ejemplo, la tasa de mortalidad materna en Argentina paso de 56 muertes de madres cada mil nacimientos en 1988 a 35 en el año 2000. América Latina  tenía en promedio en 1995, 190 muertes c/1000 nacidos. (Chackiel, 2004)

En la transición epidemiológica (algunas veces referida como transición de la mortalidad o transición en salud) estrechamente vinculada a la transición demográfica y de acuerdo con la situación demográfica y de salud de los países se pueden distinguir 4 fases: (www.webmastersanitarios.org.)

Primera fase: comprende la epidemiología de los países más pobres, con un predominio de enfermedades infecciosas y de la nutrición, con una mortalidad infantil muy alta, mortalidad general por causas cardiovasculares baja y esperanza de vida de la población relativamente corta. Los procesos degenerativos son poco frecuentes por las características de la alimentación.

Segunda fase: Corresponde a los países en vías de desarrollo donde el mejor nivel socioeconómico se corresponde con una mejora en la alimentación y en las condiciones higiénicas y sanitarias, con lo cual disminuyen las enfermedades infecciosas (aunque con una importante prevalencia) y de la nutrición. Además aparecen en forma incipiente los factores de riesgo cardiovasculares y aumenta la incidencia de la arteriosclerosis. 

Tercera fase: Incluye a los países en transición, donde el importante desarrollo económico acompaña a los cambios nutricionales (alimentación rica en grasas, sal) y al estilo de vida (vida sedentaria, aumento del estrés, la obesidad y el consumo de tabaco y alcohol). Ello conduce a la modificación de la distribución de las enfermedades, con mayores factores de riesgo cardiovasculares y accidentes cerebro vasculares. Existe una mayor esperanza de vida y una disminución importante de las enfermedades infecciosas y de la nutrición.

Cuarta fase: Comprende a los países más desarrollados con mayores avances en la investigación médica y con la aplicación de medidas de educación sanitaria que ayudan a tomar conciencia a la población sobre el riesgo de las enfermedades cardiovasculares especialmente. De esa manera se disminuye el consumo de alimentos nocivos, se incentiva la práctica de los ejercicios físicos, se evita la obesidad, el estrés y el consumo de tabaco. Todo eso conlleva a la reducción de la morbilidad y mortalidad, como asimismo a la prolongación de la esperanza de vida. Sin embargo todavía existen diferencias entre las capas altas y bajas de esas sociedades.

La transición epidemiológica no siempre se presenta estrictamente en esas cuatro fases, sino que existen otros determinantes, distintos del nivel socioeconómico, que pueden alterar la incidencia de las enfermedades sobre la población y, de esa forma, la vulnerabilidad a contraer ciertas enfermedades que parecieran superadas.

Durante la misma los cambios más profundos en salud y enfermedades ocurren entre los niños y las mujeres, por ser los grupos más vulnerables a esos procesos. Al mismo tiempo esos cambios están estrechamente vinculados con otros procesos transicionales que constituyen la compleja modernización.

A propósito de las particularidades del cambio y su variación temporal, se distinguen tres modelos básicos de transición epidemiológica (Vera Bolaños, 2000):

1.    El modelo oeste o clásico que describe un cambio gradual de tasas de mortalidad altas (30 por mil) y natalidad alta (40 a 50 por mil) a tasa bajas 10 y 20 por mil respectivamente, como consecuencia de las mejoras sociales, ambientales y económicas y a la práctica de métodos de control de la natalidad, donde poco tiene que ver los adelantos en la medicina, por lo menos en las etapas iniciales.

2.    El modelo acelerado tiene un comportamiento similar al anterior pero fue mucho más brusco el cambio debido a la trascendencia de la tecnología médica.

3.    El modelo tardío presenta una mortalidad en descenso por efecto fundamental de la revolución médica en gran parte importada. La fecundidad tuvo un descenso tardío por efecto de los métodos de control.

Reflexiones finales

La noción de vulnerabilidad social y demográfica ayuda a comprender e identificar a los grupos humanos, hogares e individuos que por sus características comunes quedan expuestos a sufrir cambios significativos. Al mismo tiempo se relaciona con la línea conceptual de la marginación y la pobreza y con las distintas condiciones de riesgo. El término no se agota en ellos, sino más bien los incluye.

Evidentemente los procesos de cambio de comportamiento de los hechos humanos y sociales, como así también, las transformaciones ocasionadas en las distintas transiciones, vinculadas con la vulnerabilidad sociodemográfica, afectan a las poblaciones de manera diferente y de acuerdo con sus características sociales, económicas, demográficas y ambientales. Es por ello que, el análisis del comportamiento diferencial de los grupos humanos frente a los riesgos, de acuerdo al grado de vulnerabilidad global de los mismos, debe contemplar la capacidad de respuesta de ellos.

Los riesgos sociodemográficos no se pierden, sino que se modifican. El avance de las distintas transiciones reduce algunos, pero no impide que otros persistan y algunos nuevos aparezcan, es decir la inestabilidad que contiene la dinámica demográfica no termina con la supuesta estabilización de la población. El análisis y la evaluación de las vulnerabilidades, realizados desde distintas ópticas permite detectar la susceptibilidad a los riesgos, diagnosticar la calidad de vida de la población en áreas espaciales localizadas y en sectores marginados de la población, comparar el estado del equipamiento de los servicios, analizar los factores socioculturales, indagar sobre aspectos de la percepción de la población sobre los riesgos, analizar pautas de comportamiento económico en relación con el deterioro de la capacidad productiva, evaluar actitudes y prácticas de la población, entre otros. El conocimiento del comportamiento diferencial de las distintas variables que afectan a los grupos humanos y a la vulnerabilidad de los mismos frente a los hechos, permitirá esbozar estrategias sociales para conocer y mejorar las actitudes y prácticas de la población, como así formular recomendaciones, en base de la experiencia acumulada, para implementar políticas ambientales y sociales que mitiguen los riesgos.

 

 
 

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