Las tierras de la ACUC se cultivan con técnicas tradicionales
y ecológicamente sostenibles: el impacto negativo sobre la
naturaleza y el ecosistema se reduce, así como el efecto de
desertificación que otros cultivos más competitivos en el
mercado
internacional (por ejemplo la soja) están causando no solamente en
la Argentina, sino también en los países limítrofes. Además,
actualmente, las plantaciones de algodón se ve afectadas por la
plaga del picudo algodonero que, según Jorge Vartparonian –
presidente de la Fundación para la Lucha contra el Picudo del
Algodonero (Fulcpa) – “está fuera de control y uno de los
principales cultivos nacionales corre riesgo de desaparecer”
[Clarín 2007], también porque a pesar del plan algodonero parece
que faltan fondos para comprar los insecticidas [15].
El segundo anillo de la cadena es la fábrica recuperada
Cooperativa Textiles de Pigüé (CTP), una pequeña ciudad de 14.000
habitantes [16] en la provincia de Buenos Aires. La economía de
esta municipalidad se basa exclusivamente en la producción agraria
(Avena, Cebada, Maíz, Mijo, Sorgo, Trigo, Girasol, Soja) y en la
ganadería de bovinos principalmente [17]. Aquí, 180 obreros tomar
la fábrica de la Gatic S.A., una de la más grandes empresas
argentina de textiles, licenciataria de Adidas en la Argentina,
con 8.000 trabajadores en 20 plantas [www.textilespigue.com.ar].
En julio de 2003 los trabajadores dejaron de percibir sueldos,
pero ninguno fue removido de su cargo. Los propietarios pronto
detuvieron la producción y desaparecieron pero sin despedir a los
trabajadores que decidieron ocupar la fábrica, primero para que
los propietarios no la vaciaran y segundo para seguir con la
producción. En enero de 2004, los trabajadores reunidos en
asamblea decidieron formar una cooperativa dejándose asesorar por
el Movimiento de Empresas Recuperadas, como hicieron anteriormente
los compañeros de la Gatic de la planta San Martín 1. A principios
de abril, el magistrado autorizó los trabajadores a gestionar la
reconexión del servicio de gas con la empresa Camuzzi Gas
Pampeano, para poner en marcha las maquinarias. Cuando la
cooperativa empezaba a trabajar a buen ritmo, reaparecieron los
dueños que denunciaron a los trabajadores por usurpación. El 12 de
agosto de 2004 estos obreros (70% de los cuales eran mujeres)
fueron reprimidos y desalojados con la fuerza por efectivos de
Infantería y de Caballería de la Policía Bonaerense [ANRED, 2004].
Sin embargo el 22 de diciembre de 2004 la cámara de diputados de
la Legislatura Provincial votó por mayoría la expropiación de las
plantas de Pigüé y la cooperativa pudo reempezar las actividades
productivas a partir del 7 de febrero de 2005 gracias a la Ley de
Expropiación N. 13.289 [ANRED, 2004b]. Desde agosto de 2005 la
producción funciona plenamente también gracias a las aportaciones
del Ministerio del Trabajo. Ya se firmaron varios convenios con
otras fábricas recuperadas, con el Servicio Penitenciario
Bonaerense [18] y con ONGs. En el año 2006 la CTP empezó la
cooperación con CTM Altromercato y de esta manera entró en el
proyecto de cadena textil justa y solidaria. No es casual que el
consorcio de organizaciones de comercio justo CTM Altromercato
apunte a realidades como la CTP. Esta cooperativa busca “la
igualdad remunerativa y la ausencia de jerarquías administrativas
y manuales, un espacio de autorregulación y de búsqueda de unidad
laboral, la orientación de valores que giren en torno al cuidado
del otro social y al trabajo genuino, la permanencia de las
fuentes de trabajo y del ingreso de todos los obreros y la
Consideración, como uno de los mayores logros, del espíritu
solidario, además de la unión de los trabajadores y el compromiso
con la tarea desempeñada en función de un objetivo compartido”
[19], todos principios fundamentales en el movimiento por un
comercio con justicia.
El siguiente anillo de esta cadena
productiva es el empaquetado y el embalaje de los productos
textiles terminados: este trabajo lo realizan realidades más
pequeñas, como por ejemplo la Cooperativa La Juanita en la
periferia de la Buenos Aires, barrio La Juanita en el distrito La
Matanza, otra zona caracterizada por exclusión, desempleo y
pobreza. La cooperativa es miembro del Movimiento de los
trabajadores desocupados (MTD). Sus trabajadores unieron las
fuerzas para crear una realidad nueva, una cooperativa donde se
terminan de coser los productos, se hacen los últimos retoques y
se empaqueta todo.
La Matanza era una zona industrial muy
importante: habían plantas de las industrias metalúrgicas y
automovilísticas, pero poco a poco las empresas iban cerrando y en
las zonas solo se quedaron los trabajadores y sus familias, en
unas condiciones pésimas [20]. A la mitad de los
años ’80 empezaron las tomas de terrenos y de los asentamientos se
formaron nuevos poblados: El Tambo, 17 de Marzo, 22 de Enero,
Costa Esperanza, Villa Adriana, María Elena, San José, San
Alberto, Villa Unión, Kilómetro 25, La Juanita [Rauber 2003, p.
4]. Durante los años noventa aparecieron las primeras “ollas
populares” y los habitantes de la zona se organizaron. El primero
de mayo de 1996 nacía el MTD de La Matanza que desde el comienzo
fue apoyado en sus reivindicaciones por otros movimientos sociales
organizados como “Las Madres de Plaza de Mayo”, las redes del
trueque o los piqueteros. Según el testimonio de Héctor Flores
(Presidente de la Cooperativa Juanita), el trabajo de la
Cooperativa se contrapone a la cultura individualista y
consumistas de estos años y por esta razón se decidió ocupar y
recuperar una escuela y no una fábrica: la cooperación, la
educación y la solidaridad son valores fundamentales también en el
ámbito de la producción y es por ello que “el encuentro con el
comercio justo representa una óptima manera para contrarrestar la
propuesta de un único mondo posible que hasta ahora ha sido
promovida por el neoliberalismo” [CTM Altromercato, 2006; p. 153].
Dentro de las actividades productivas de la cooperativa se
encuentran: la panadería que vende el pan a casi un tercio del
precio normal; la serigrafía sobre todo para la formación y el
empleo de los jóvenes del barrio; una editorial y naturalmente la
sastrería que con sus talleres de costura participa en el proyecto
“Tejer el Futuro”. Este taller empezó en 2002, gracias a las
maquinarias donadas por la embajada suiza en el pleno de la
crisis, y ahora emplea a unas 40 personas, casi todas mujeres [Ibidem,
p. 154].
5)
Conclusiones
El cultivo del
algodón es causa en todo el mundo de verdaderas catástrofes
ambientales, que naturalmente ponen en riesgo la vida de las
comunidades que más directamente está ligada a este tipo de
agricultura. Es una agricultura muy “agua-intensiva”: la cantidad
de agua que se utiliza en la producción del algodón representa la
mitad de toda el agua utilizada a nivel mundial en la agricultura.
“Para producir 1 kg de algodón se utilizan (según el tipo de
producción) desde 7000 hasta 30.000 litros de agua” [Michele
Condotti, Secretario General WWF Italia, en CTM Altromercato,
2006b], y esto naturalmente está provocando la desertificación de
muchas zonas del planeta. Además, el 25% de todos los pesticidas
utilizados en agricultura se utilizan en la producción de algodón.
En los terrenos
cultivados por los miembros de la ACUC, se utiliza la menor
cantidad posible de pesticidas. Aunque el cultivo del algodón fue
algo impuesto por los grandes terratenientes blancos o criollos en
una tierra donde antes había sobre todo bosques y la gente se
dedicaban casi exclusivamente a la caza, los indígenas Toba siguen
las antiguas y tradicionales maneras de cultivo. Por esta razón
sólo pueden gozar de una cosecha al año. Teniendo en cuenta que
cada familia posee entre 1 y 3 hectáreas de terreno, que de cada
hectárea se cosechan entre 1000 y 1200 Kg, y que el precio que CTM
Altromercato paga es de 1,24 pesos por Kg, cada familia recibe un
promedio de 3400 pesos anuales por la producción de algodón. 3400
pesos anuales.
¿Podríamos nosotros
europeos vivir con un salario de este tipo? Si pensamos que esto
es lo que gana una familia con el precio fijado por CTM
Altromercato, ¿podemos imaginarnos cuanto ganaría si tuviera que
depender del precio en del mercado internacional?
Mártires López,
presidente de la unión campesina recuerda el momento en el cual
nació la ACUC: “había hambre mucha hambre, pero nosotros
entendimos que sin trabajo no había futuro” [CTM Altromercato,
2006b]. Y así organizaron una gran marcha hasta la ciudad de
General San Martín para que todo el mundo se diera cuenta de lo
que estaba pasando, en el campo, con las comunidades indígenas que
cultivan el algodón.
Como hemos visto,
los campesinos del Chaco forman sólo el primer anillo de esta
cadena productiva solidaria: los obreros de Pigüé son el segundo.
La Cooperativa de Pigüé, puede ser una modelo muy explicativo del
movimiento argentino de fábricas recuperadas, sobre todo para
entender que futuro tendrán estas empresas y sus trabajadores. La
cooperativa trabaja con un 30% de todos los trabajadores que antes
trabajan por GATIC: seguramente los más motivados, pero poco a
poco otros trabajadores están volviendo dándose cuenta que el
proyecto productivo es factible.
De momento se
produce a un 40-50% respecto a la productividad de los mejores
tiempos, pero la voluntad no falta y tampoco las iniciativas: CTM
Altromercato ya propuso de empezar a producir “zapatillas justas”,
utilizando el caucho que una cooperativa de seringueiros
brasileños está produciendo según los criterios del comercio
justo. Otras fábricas recuperadas, que producen zapatillas,
estarían dispuestas a empezar con este nuevo proyecto.
El tercer anillo es
el taller de textiles de la Cooperativa La Juanita. Héctor Flores,
Presidente de la Cooperativa, conoció a los representantes de CTM
Altromercato en el Foro Social Mundial de Porto Alegre y de ahí
nació la idea de incorporarse en el proyecto “Tejer el futuro”
para una economía más solidaria. Una producción más justa donde se
democratizan las relaciones, donde no hay dueños y obreros, todos
son trabajadores, donde no existe el secreto comercial porque
precios, gastos e inversiones se discuten en la Asamblea entre
todos los presentes. Una economía de inclusión y no de exclusión.
Es por esta razón la Cooperativa nunca aceptó recibir aportes
Estatales, porque lo que siempre han querido sus miembros era
trabajo no limosnas: “lo repetimos en todas las marchas, aquí
estamos, queremos trabajar” [Ibidem].
Margarita, la
coordinadora del taller de tejido de la cooperativa, recuerda que
en los peores momentos de crisis económica tuvo que salir por la
noche, durante más de dos meses, y buscar en la basura algo de
comida para sus hijos. “Mamá tenemos hambres” le decían y
finalmente ella decidió que tenía que hacer algo, que no podía
seguir así: empezó con los piquetes pero ahora el único “piquete”
que utiliza es los que lleva en la mano para trabajar el tejido.
“Cada vez que entro en el taller, pienso en los momentos peores
del pasado y también pienso en hoy: la del taller es la Argentina
que quiero vivir” [Ibidem].
En la Cooperativa
también existe una panadería: Jorge Lasarte, el coordinador,
recuerda que “al principio la harina costaba 14 pesos el bolso de
50 Kg […] con la hiperinflación el precio subió hasta los 53
pesos, pero nosotros mantuvimos el mismo precio de venta del pan.
Mientras que los demás triplicaron el precio nosotros seguíamos
vendiendo al mismo tiempo. Tuvimos que trabajar más, cortarnos el
sueldo, pero decidimos éticamente no aumentar el precio del pan” [Ibidem].
En el fondo, el
proyecto “Tejer el futuro” apunta a garantizar un trabajo más
digno a aquellos actores que más afectados resultaron por la
última crisis argentina: los campesinos indígenas, los obreros de
las fábricas recuperadas y los movimientos de desempleados.
En este sentido me
parece un hecho muy importante que el gobierno argentino, en su
último Informe País 2007 sobre el cumplimiento de los objetivos
del Milenio, haya querido introducir una nueva meta: “promover el
trabajo decente”, un objetivo que no aparece en los 8 objetivos
originarios, a pesar de que el trabajo es la primera fuente de
subsistencia para todos y para que los ciudadanos de este planeta
salgan de la pobreza, alcancen un cierto nivel de educación,
mejoren su salud, se defiendan de enfermedades incurables o
respeten el medio ambiente.
Los objetivos
específicos de esta meta adicional son:
-
reducir en 2015 el desempleo a una
tasa inferior al 10,0%: la tasa de desocupación promedio en 2006
fue del 11,0%, entonces el objetivo del 2015 es seguramente
alcanzable, aunque poco ambicioso;
-
reducir la tasa de empleo no
registrado a menos del 30,0%: en 2006 el empleo no registrado
representa un 40,6% del empleo total, valor cercano a la meta
intermedia del 39,0%;
-
incrementar la cobertura de
protección social al 60,0% de la población desocupada para el
año 2015: en 2006 la cobertura descendió del 4% alcanzando el
7,8% de la población desocupada, así que todavía estamos muy
lejos del objetivo fijado. “No obstante, se espera que a través
de los programas ya instalados y su extensión a la totalidad de
la población desocupada, el indicador alcance la meta intermedia
del 28% en el año 2007” [CNCPS, 2007; p. 30].
-
disminuir la proporción de
trabajadores que perciben un salario por debajo de la canasta
básica a menos del 30,0%: en 2005 el porcentaje era un 54,9%, en
2006 un 52,2%, acercándose a la meta intermedia de 48% en 2007;
-
erradicar el trabajo infantil: con
respecto a este tema el último dato disponible es de 2004,
cuando el trabajo infantil representaba el 4,7% del empleo. “Con
el objetivo de alcanzar la meta intermedia del 3,0% y la meta
final para el año 2015 que determina la erradicación total de
esta problemática, el Estado Nacional ha lanzado un «Plan
Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo
Infantil»” [Ibidem].
Considerando todo
lo anteriormente dicho, las relaciones que el Comercio Justo puede
“tejer” entre las sociedades civiles, los movimientos sociales de
dos continentes como Europa y América Latina, representan quizás
una estrategia de cooperación más concreta, más eficiente y más
llamativa, sobre todo porque requieren de un gran esfuerzo de
todos los actores en juego, que de esta manera no se quedan
pasivos esperando soluciones paliativas a un problema estructural.
La voluntad de trabajar es el elemento en común a todos los
actores de esta cadena textil y es también el motor que sigue
rollando, que sigue manteniendo despiertos a los más excluidos por
el sistema económico. Un cartonero podría quizás ganar más
pidiendo limosnas por la calle, pero en realidad lo mueve algo
más, un deseo de cambiar su situación personalmente sin que
alguien tenga que hacerlo por él.
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