LA ESPERANZA DE VIDA EN PAÍSES SUBDESARROLLADOS

El caso de la Provincia del Chaco en la República Argentina x) 

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Si bien nuestras expectativas eran mayores, los resultados no son despreciables y de ellos podemos extraer algunas conclusiones. En el inicio de esta contribución mencionábamos que la esperanza de vida, constituye un indicador de los resultados logrados en el descenso del nivel de mortalidad general y en la lucha por la declinación de la mortalidad infantil. Los resultados que se lograron nos permiten afirmar que, evidentemente, los esfuerzos que se realicen para hacer bajar la mortalidad infantil serían muy importantes para elevar la esperanza de vida. Los factores emparentados con el desarrollo económico y que ejercen una acusada incidencia son, en primer lugar, la asistencia sanitaria (como por ejemplo: las campañas de vacunación que pueden provocar inmediatos y acusados descensos en la mortalidad, al incidir directamente en los grupos de mayor riesgo, como en los ancianos y los niños). Por otra parte, los progresos en la medicina, las mejoras en las condiciones sanitarias (controladores de la mortalidad exógena) y la alimentación, son algunos de los principales factores del aumento de la esperanza de vida por rápida disminución de la mortalidad infantil (VINUESA, J. (ed.) 1997). Observemos que el coeficiente logrado entre mortalidad de menores de un año y esperanza de vida masculina es de –0,69, valor que no se mantiene tan apreciable en las mujeres ya que solamente es de –0,32. Los coeficientes disminuyen en el grupo de 1 a 4 años y se reducen considerablemente en el grupo de 5 a 14 años, en ambos sexos, para resurgir con mayor fuerza en el grupo de 15 a 49 años, tanto en hombres (-0,72) como en mujeres (-0,56). Lo que nos resulta un tanto extraño, es la notable disminución del índice en el último grupo de edad

Hemos podido notar que la mortalidad del grupo de 15 a 49 años es el que indudablemente, influye con más fuerza en la esperanza de vida. Tratándose del sexo masculino, en segundo lugar se ubica la mortalidad infantil, seguida por la mortalidad en la niñez. Totalmente a la inversa ocurre en el caso del sexo femenino, aunque los resultados de los últimos dos grupos mencionados no difieren en gran medida (-0,32 y –0,33). Si tenemos en cuenta los valores obtenidos de la correlación realizada entre esperanza de vida promedio y mortalidad por grupos de edad, se mantienen las peculiaridades expresadas para el caso de los varones. Es evidente, entonces, que si bien los esfuerzos para disminuir la mortalidad general redundan en el aumento progresivo de la esperanza de vida, es la ya conocida sobremortalidad masculina la que continúa frenando su crecimiento. Existe una estrecha relación entre los niveles de mortalidad y el grado de desarrollo económico. Una correlación negativa entre mortalidad infantil y P.B.I. Por otro lado, la pertenencia a un grupo socioeconómico no parece ser el único factor de la mortalidad diferencial. En la mayoría se da una sobremortalidad masculina y es difícil identificar el papel que le cabe al aspecto genético y a los comportamientos sociales. La actividad profesional parece ser un factor determinante cuando se elimina el efecto de la selectividad (grado de desarrollo económico y grado de juventud de la población). (TAPINOS, 1990). Así, la sobremortalidad masculina, puede explicarse, en nuestra provincia, más que por razones de tipo biológico o sanitario, por factores sociales que tienen que ver con los aspectos profesionales ligados al papel que juega cada sexo en la división tradicional del trabajo, con diferencias culturales o con comportamientos distintos en cuestiones como el consumo de tabaco o alcohol, el tipo de alimentación, el grado de utilización de servicios médicos, etc. (POZO RIVERA, 1997).


 
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Bibliografía

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Instituto de Geografía (IGUNNE). Facultad de Humanidades. UNNE. Resistencia, Chaco. Argentina